Los desastres se producen cuando se abruman las capacidades de una
sociedad de controlar los efectos de una amenaza natural. Por
consiguiente, la escala de un desastre no sólo depende de la magnitud de
la amenaza —tales como tormentas, sequías, sismos, tsunamis u otros
eventos— sino que también es de igual importancia el grado al que la
sociedad se expone a la amenaza y si está mal preparada para afrontarla.
La evidencia de las décadas recientes muestra que muchas sociedades no
están bien preparadas para enfrentar una amenaza natural y que tanto el
alcance como el impacto de los desastres van en aumento, a consecuencia
de la combinación de una mayor densidad de población y acumulación de
recursos, el uso inapropiado y la explotación de la tierra, los
asentamientos mal planificados y la falta de concientización en torno a
la reducción del riesgo por parte de las autoridades y de la población
en general.
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